El silencio fue roto por el chirriante sonido del reloj digital, eso sólo podía indicar que eran las nueve en punto de la mañana. Se reincorporó para sentarse en la cama y tanteo el suelo en busca de las zapatillas, se levantó y tomo algo de ropa limpia, se dirigió al a la puerta que abrió y le llevó al largo pasillo de paredes celestes, se encaminó al baño, donde se dio una rápida pero relajante ducha caliente. Tras secarse, ponerse unos vaqueros, una camiseta negra y una sudadera blanca, se encaminó a la cocina, donde Katherine, la nueva esposa de su padre, había preparado un desayuno a base de tortitas y zumo de naranja.
-¿Hoy no trabajas?- preguntó a Katherine justo antes de tomar un trago de zumo.
-No,¿no reuerdas que hoy voy a buscar a tu padre al trabajo para irnos después a “London”?- Katherine no podía ocultar su terrible acento londinense.
-Sí, es cierto, lo olvidé- Contestó con desgana.
-¿Tú irás con esa chica…?¿Cómo se llamaba?-
-Emilie- y arrojó una mirada de desdén
Se levantó de la mesa y salió de la cocina antes de que Katherine pudiera seguir con su interrogatorio. Ciertamente no podia quejarse de ella, no se había portado mal, pero no podía negar que el vacío que su madre había dejado jamás podría ser llenado por una snob encalzada en botas de Prada. Se encaminó al baño y se colocó ante el espejo, un chico joven de unos 18 años, cabello nego y ojos azules le devolvió la mirada, se podría decir mucho de la mirada de aquel chico, se podría decir que aquel chico lo tenía todo en la vida, que era un triunfador, nadie diría que ese mismo chico de piel clara había tenido tantos problemas hace hoy justamente un año. Terminó de arreglar su pelo, salió del baño y tras un simple “adios” dirijido a Katherine tomó la puerta de salida que conducía al rellano donde cogió el ascensor que le llevó hasta la planta baja. Tras salir del edificio de viviendas donde residia, comenzó a caminar calle arriba hacia el punto de encuentro con Emilie .
Tras un breve trayecto, llegó hasta el lugar donde se habian citado. Ella ya estaba allí, estaba realmente preciosa aquel día, reconoció en ella aquella mirada de hace un año, cuando ocurrió el incidente. El hecho que alteró su vida no fue otro que la hipocresía, la falta de tolerancia y una serie de pensamientos un tanto arcaicos. El detonante de todo, el ojo del huracán, no fue otro que la confesión de su homosexualidad. Sí, él es gay, y está orgulloso de serlo, pero a sus amigos no les pareció tan bien y no se bastaron con dejar de hablarle sino que además le hicieron la vida imposible. Ella fue la única que estuvo ahí todo el tiempo, la única que no dejo ni un momento de tenderle la mano. Y ahora, una vez más, un año después de aquel fatídico día, ella se encontraba ahí, sentada en el banco, esperándole.
-¡Hola Dorian!- dijo ella
-¡Hola!¿Damos una vuelta?- propuso Dorian con un guiño.
martes, 12 de enero de 2010
[1] Dorian
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Hola! He llegado desde el blog de Alicia, me encanta la historia! :) Me hago seguidora ^^
ResponderEliminarHola!! Vengo aca gracias a la publicidad subliminal de Alicia jejej
ResponderEliminarSeguidor ;)
Me ha encantado la descripción de Dorian.
ResponderEliminarUn abrazo,
Josep
Muy interesante la historia, tengo ganas de leer más! ;)
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