¡Clic! Emilie se encontraba tomando apuntes como una demente cuando ocurrió.
Flash. Un fogonazo. Una luz cegadora. Una necesidad.
Como movida por un resorte, se irguió en su silla, con la espalda completamente recta. Del sobresalto, varias de sus hojas volaron de la mesa al suelo.
- ¿Se encuentra usted bien, señorita Hill? – le preguntó su profesor de Historia del cine moderno, fingiendo un interés que estaba muy lejos de sentir.
Sin pronunciar ni un solo murmullo, y dejando a su atónito profesor con la palabra en la boca, Emilie se levantó de su asiento y se marchó del aula. No se molestó en coger nada. Podía vivir sin ello.
No siempre le había pasado aquello. Tampoco estaba segura de cuando empezó. Lo único que sabía con certeza era que en ocasiones sentía aquella irrefrenable necesidad, y que nada en el mundo podría evitarle satisfacerla.
Salió al pasillo central de la universidad, que ahora estaba desierto. Se paró en seco, escuchando el silencio, acechando cual león a su presa. Pronto su paciencia se vio recompensada: oyó un sonido de pasos apresurados en la facultad de Derecho. Se dirigió hacia allí con rapidez aunque con apariencia tranquila, como en todo lo que hacía. Sin embargo, le delataba la mirada, que denotaba nerviosismo, prisa… deseo.
Cuando llegó al pasillo 2B de la facultad, se encontró por fin con su víctima: era un chico pelirrojo, de estatura media y ojos verdes. Era obvio que llegaba tarde a alguna clase, pues corría apenas sin poder respirar, e iba perdiendo papeles a lo largo de todo el pasillo. Llegó a la que parecía su taquilla, y hecho un manojo de nervios, consiguió sacar las llaves del bolsillo y abrirla.
Apenas lo había hecho, cuando la taquilla se cerró de nuevo con un horrible estruendo. De pronto se encontró cara a cara con unos espeluznantes ojos grises, cuya mirada no pudo interpretar. Instintivamente, tuvo ganas de echar a correr.
- ¿A dónde vas? – aunque era atemorizante, su voz no provocaba tanto miedo como su mirada. Por eso apartó la vista.
- Yo… yo… iba… a… yo… - tartamudeó él. Ella seguía mirando -. Voy… voy a… esto… a clase. Sí, eso, ¡a clase!
Emilie le miró. No era el chico más guapo del mundo. Era mono, pero no más. Tenía un rostro bastante olvidable. No era para nada especial. No era Dorian. Aun así, le servía.
- ¡Voy a clase! – seguía repitiendo, nervioso.
- Pues ya no.
A partir de aquel momento, el silencio reinó en la facultad de Derecho de la Universidad de Maryland.
***
Emilie se observó en el espejo antes de peinarse a duras penas su alborotado pelo. Se miró y sólo vio desastre. Todavía le costaba respirar y recuperar el aliento, sudaba, y se encontraba agotada. Habían sido horas, y el baño de los profesores de Económicas y Marketing no era precisamente el lugar más cómodo. Pero ya estaba tranquila, por lo menos hasta dentro de unos meses. Cuando sintiese que de nuevo necesitaba sustituirle.
Cuando estaba lavándose el sudor de la cara, le oyó tras de sí. De pronto, sintió una rabia incontrolable.
- ¿Volverás? – preguntó él.
Emilie no contestó, así que él volvió a repetir su pregunta. Ja, como si estuviese sorda.
- Lárgate – le dijo ella en voz baja, y sin tan siquiera apartar la mirada del espejo.
- ¿Volveré a verte? – le preguntó esta vez, tocándole el brazo.
- ¡Que te largues, joder! – gritó Emilie, desasiéndose de su mano. Odiaba que la tocasen.
- Me llamo Victor… por si cambias de opinión – dijo en un susurro antes de marcharse.
Emilie tuvo que refrenar las ganas de reírse en su cara. Mataría por recordar cuántas voces le habían dicho esa misma frase con aquel tono desesperado.
***
Emilie llegó al Dockside Restaurant, su cafetería habitual, después de una hora en coche. Aparcó su viejo Nissan Almera como pudo en el atestado aparcamiento y echó a andar hacia la puerta. Rodeando su coche, se dio cuenta de que estaba hecho un cisco, su estado era lamentable. Aunque realmente ese no era su coche, sino un deslumbrante Aston Martin Vantage, de cuya existencia pocos conocían porque en escasas ocasiones había visto la luz. No le gustaba ir por la calle y que todo el mundo empezase a babear con su coche. Le empañaban el cristal de envidia.
Otra vez e irremediablemente, había vuelto a quedar con Dorian y Danny. Le esperaba una tarde vomitiva, por lo que se alegraba de haberse descargado durante la mañana. Quizás por eso, por esperar lo peor, se sorprendió al ver que Dorian la esperaba solo, soplándole al café.
- ¡Ey! – saludó de manera excesivamente alegre para su forma de ser. Debía controlarse o perdería su fama de mujer apática -. ¿Dónde está tu pegatina?
- Danny no podía venir hoy – respondió Dorian, ajeno al mundo real, con esa sonrisa estúpida en la cara -. Tenía que acompañar a su madre a hacer unas compras.
- Vaya… - dijo Emilie -. ¡Qué pena!
Su tono de voz era lamentablemente falso; pero, como siempre, Dorian seguía en su nube, sobrevolando la imperfección humana por varios kilómetros de altura.
- Oye… ¿y tus cosas? – le preguntó Dorian, dándose cuenta de que ella venía con las manos vacías.
- Eh… sí… - Emilie recordó de pronto todas sus pertenencias abandonadas en la universidad -… esto… las he dejado en el coche. No creo que nadie tenga interés en robar unos apuntes.
- Pues parece que ese chico sí – contestó Dorian, divertido. Señaló un punto de la calle que veían desde la ventana para que Emilie distinguiese a lo que se refería.
Pronto pudo distinguir a un chico que corría de forma bastante torpe con un montón de cosas entre los brazos. Sus cosas. ¿Qué hacía aquel imbécil con sus cosas? ¿Y por qué estaban allí en vez de en la universidad?
Cuando se acercó más, pudo verle bien. Le sonaba: ojos verdes, no muy alto, pelirrojo. ¡Joder! ¡Era el plasta del baño! ¿Cómo la había conseguido encontrar? Por si fuera poco, el chico les había visto y se dirigía ahora hacia ellos con una sonrisa tímida. ¿Cómo se llamaba? No estaba segura… ¿Quizás Victor? ¡Sí, eso era! ¡Victor!
Cuando llegó a su altura, Victor se quedó mirándola sin decir nada. Emilie comenzaba a sentirse exasperada, mientras que Dorian (milagrosamente perspicaz) se había dado cuenta de la tensión existente, y luchaba por no reírse de una manera estrepitosa y poco educada.
- A este paso, me jubilaré antes de que digas algo – dijo Emilie sin mirarle.
- Te he traído tus cosas – dijo, como si ella le hubiese dedicado la frase más educada del mundo. Emilie odiaba que se dijesen obviedades -. Una compañera me las dio cuando pregunté por ti en la sección de Audiovisuales.
- Mmm, gracias… supongo – contestó ella, recuperando sus pertenencias mientras intentaba no tocarle. ¿Por qué tenía que preguntar por ella a nadie? ¿Y por qué le habían dado sus cosas? Se sentía indignada.
- ¿No me presentas a tu amigo, Em? – preguntó Dorian, que parecía estar pasándoselo de lo lindo. Emilie le dirigió una mirada que habría sido capaz de desintegrarle en un segundo.
- Dorian, este es Victor; Victor, este es Dorian – sobraban más presentaciones.
- Encantado, Victor – dijo Dorian estrechándole la mano -. ¿Por qué no te sientas?
Victor, ni corto ni perezoso, se sentó junto a Emilie que, exasperada, se movió hacia la ventana, dándose un fuerte golpe en la espalda. Intentó no quejarse del dolor, pero ambos chicos se dieron cuenta.
- ¿Tienes algo en la espalda? – dijo Dorian.
- No – mintió ella -. Simplemente me duele un poco.
- Aha… - asintió Dorian casi para sí mismo.
Quizás era porque Danny no estaba presente, pero el caso era que a este paso, parecía que Dorian acabaría por enterarse de todo.
Vaya, si que urge el deseo de Emilie, y parece que su calculado mundo empieza a tener fallos, esto se pone interesante =P
ResponderEliminarUn nuevo personaje, a ver si dura, continuar con la historia que tiene buena pinta :)
Suerte~
No se si me equivoco, pero Emilie está enamorada hasta las trancas de Dorian, por eso no soporta a Danny... a lo mejor, no, pero creo que van por ahí los tiros, y ella debería entender a Dorian. jejeje
ResponderEliminarUn beso a los dos
Cosas que me han matado de este texto :)
ResponderEliminar"- ¡Voy a clase! – seguía repitiendo, nervioso.
- Pues ya no."
"¿Dónde está tu pegatina?"
jajaj mundialosas las frases =)
¿Víctor?¿Se tenía que llamar Víctor? Ainsss xD Me ha gustado este post =)
La dama de de ferro té el seus punt febles... Sembla ser que aquest amor per Dorian també.
ResponderEliminarUna abraçada,
Josep
Mon dieu, esta chica es una depredadora. Que ansia viva!
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