domingo, 28 de febrero de 2010

[10] Nuevos hábitos




No por esperada la noticia dolía menos.
Emilie sostenía entre sus manos aquel catastrófico (y suspenso) examen, observando con rabia sus estúpidos errores. Parecía que el examen había sido escrito por un niño de cinco años. ¿Dónde tenía la cabeza?

- Parece que no estaba muy acertada ese día, señorita Hill – le dijo su querido profesor de Historia del Cine Moderno con cierto retintín.

En aquel momento, Emilie deseó estamparle el examen en la cara, hacer una bola con él y enviarlo de una patada al hemisferio contrario al que se encontraban. Pero en lugar de eso, le devolvió el examen, no sin cierto ademán enfadado, y salió de clase.

- ¿Qué tal te ha salido? – le preguntó Victor, que ya la había alcanzado y se disponía a cogerle la mochila, como siempre.
- De puta pena – contestó ella, sacando un cigarrillo.
- Tranquila, el examen final lo harás mejor – le aseguró.

Ahora era siempre así. Cuando tocaba la una en punto, Victor salía corriendo de clase, recogía a Emilie de la suya, y le llevaba la mochila para que no le molestase la espalda.

- ¿Cuándo le dirás a Dorian que te has tatuado la espalda? – le preguntó Victor al cargar su mochila sobre sus hombros.
- ¿Es necesario decírselo? – respondió ella.
- ¿Es necesario ocultárselo?

Como con casi todo lo que hacía últimamente, Emilie se había dejado llevar por un impulso. Había cogido el coche, y se había ido hasta Baltimore capital, a ver a un tatuador profesional, que tras horas y horas de laborioso trabajo, le había dibujado un precioso dragón que poblaba toda su espalda. Dolía, sí, pero no se arrepentía.

La noche que Victor lo vio por primera vez, cuando ambos se encontraban en su casa, quedó fascinado.

- ¿No te dolió? – le preguntó, acariciando su espalda desnuda.
- Mucho – respondió ella.
- Es precioso.
- Lo es – dijo Emilie, con una débil sonrisa en la cara.
- Casi tanto como tú – contestó Victor, besándola. O al menos, lo intentó, porque ella se apartó al instante.
- Vamos a dejar algunas cosas claras – dijo ella, con una voz más fría de lo que pretendía -: no somos novios, ni vamos a serlo, ¿entiendes? – Él permaneció en silencio, aunque asintió -. Puedes seguir viniendo tras de mí como un perrito todos los días que quieras, pero nada de compromisos, relaciones estables, ni presentarme a la familia… ¿vale? – Victor asintió de nuevo -. Y lo más importante de todo: no hables con Dorian, ni de esto, ni de nada.



Sellaron el pacto de la mejor manera posible.

***

Después de caminar un rato con paso lento hasta el aparcamiento, Emilie y Victor montaron en el coche de ella. Ahora solían volver juntos desde la universidad hasta Crisfield, así él no tenía que coger el autobús y gastar un dineral en idas y venidas.
A Emilie le daba miedo estar sentando la cabeza. O incluso volverse una santa. No sabía porque estaba tan débil últimamente. Bueno, en realidad sí lo sabía, pero prefería hacerse la ignorante.

Emilie se sentó en el asiento del conductor, se puso el cinturón y encendió el reproductor de música. Mientras comenzaba a salir del recinto, la voz de Amy Lee cantando “Call me when you’re sober” inundó el coche. Como siempre, Victor pasó el viaje parloteando sobre diversos temas sin importancia ni transcendencia, únicamente porque sabía que a Emilie le gustaba escuchar a alguien hablar mientras conducía.

Victor no era tonto. Sabía lo que Emilie sentía por Dorian, y la imposibilidad de que este sentimiento fuese recíproco. Durante los últimos días, había conocido a Danny, y aunque no acababa de sentirse cómodo con la visión de dos hombres besándose en público, tampoco le parecía mal. Se consolaba pensando que Emilie tampoco disfrutaba de la situación, aunque fuese por motivos distintos. Al menos tenían un mínimo punto común.

Victor nunca se había considerado homófobo, simplemente no era para él. Además Danny y Dorian se estaban portando muy bien con él. No pensaba mucho en ello, y aunque no entendiese cómo alguien podía rechazar a una chica como Emilie, lo respetaba. Peor para él. Sabía que Emilie no le quería, pero en ocasiones era suya, y eso no podía quitárselo nadie. Quizás con el tiempo…

- Le ocultas muchas cosas a Dorian, ¿no crees? – preguntó de pronto.
- ¿Ah, sí? – respondió Emilie, fingiendo desinterés y concentración en la carretera -. ¿Como qué?
- El tatuaje, el coche nuevo, tu casa, nuestras “cosas”, tampoco sabe que fumas… ni lo que sientes por él.
- Eres muy listo, Vic – le dijo ella con una sonrisa.
- Pero si es tu mejor amigo, ¿no se supone que no deberíais tener secretos entre vosotros?
- Hay muchas cosas que nadie debería saber.
- ¿Ni siquiera yo?
- Ni siquiera tú.

Se quedaron en silencio un rato, pero a Victor le rondaba la pregunta por la cabeza y no podía controlarse. La curiosidad podía al miedo, o a la vergüenza.

- ¿Qué ocultas, Emilie?

Ella no contestó, dando por zanjada la discusión.

viernes, 26 de febrero de 2010

[9] Visita





-¿Tienes algo en la espalda?- preguntó Dorian
-No- contestó Emilie
-Aha…- dijo este

A Dorian esta situación le parecía, ante todo, cómica. El ver a ese chico intentando conquistar el frío corazón de Emilie, le resultaba un cuadro digno de recordar toda la vida, pero en el fondo, se compadecía del pobre joven, que intentaba en vano ganarse alguna migaja de amor.

La tarde en el Dockside Restaurant resultó bastante amena. Dorian había citado a Emilie con la intención de poder hablar a solas, pero la inesperada aparición de este acosador impidió que pudieran charlar como Dorian esperaba. Pese a todo, Dorian disfrutó de las caras de espanto de su amiga cada vez que el pelirrojo joven intentaba un acercamiento a ella.

-Bueno, he de irme- dijo Dorian mientras se ponía en pié- ya hablaremos otro día Emilie. Ha sido un placer conocerte “Ginger”- y enfatizó la última palabra añadiendo un guiño dirigido al joven por lo que Emilie no pudo contener una carcajada.

Dorian abandonó el restaurante y se fue caminando calle abajo. Durante el tiempo que habían permanecido en el restaurante, este no se percató de que una masa de nubes compactas se había arremolinado en torno a Crisfield amenazando con descargar una intensa lluvia sobre el pequeño municipio. Y en efecto, así fue, diez minutos después de que él se despidiera de Emilie y de su nuevo “amigo, la lluvia comenzó a empapar todo el pueblo. Pese a que la lluvia no ofrecía tregua y que el intenso manto de la noche comenzaba a cubrirlo todo, Dorian continuó caminando por las calles de Crisfield.
El joven caminaba cabizbajo, con la mirada puesta en el suelo de las calles del pequeño pueblo, tenía una imagen en la cabeza, una instantánea mental que le devoraba la moral y le impedía pensar en otra cosa, aunque ya hubiera pasado algún tiempo, aquella visión de Emilie cuando se encontraba haciendo el amor con Danny le atormentaba. Dorian no comprendía porqué aquella imagen se había apoderado de su cabeza en un momento tan especial como lo era aquel. Pero todos sus pensamientos se detuvieron cuando a pocos metros de él, una sombra se encontraba apoyada en la pared de una vieja casa. Aquel ser ensombrecido tenía su cabeza orientada hacía el oscuro cielo lleno de nubes, la única luz que emanaba de aquel extraño era la producida por el cigarrillo que este se encontraba fumando.

-Hola… Dorian. Hacía mucho tiempo desde la última vez que te vi, de hecho, has cambiado mucho…¡Hasta tienes novio!- La voz de aquel hombre sonaba burlesca, pese a que tenía un deje de maldad en la voz.

La figura se incorporó, arrojó el cigarrillo al suelo y comenzó a caminar hacia Dorian, pero se detuvo al llegar a la farola que se encontraba entre este y el chico. El haz de luz de la farola reveló al extraño. Dorian pudo comprobar que estaba ataviado con una gabardina gris que le llegaba hasta por debajo de las rodillas, calzaba unas botas marrones y portaba un jersey negro de cuello alto. Dorian le contempló durante un instante, el hombre sonrió dejando entre ver una dentadura amarillenta, su pelo azabache revuelto y su barba de un mes le concedían una imagen desaliñada.

-¿Qué haces tú aquí? ¿Me has estado siguiendo?- Dorian evitó que cualquier sentimiento se plasmara en su voz.
- Digamos que llevo algunos días… reconociendo el terreno…- Y al terminar esta frase enarcó una sonrisa aun más pronunciada.
-Ya sabes que no debería estar aquí- Dijo el chico tajante
-Sólo me preocupo por ti, pequeño “Dory”, aunque ya veo que ese chico… ¿Cómo se llama?... ¡Ah, sí! Danny, ¿verdad?, sí, ya he visto que Danny se encarga de cuidarte, es todo un detalle por su parte, aunque es una pena…- Y la sonrisa del hombre adoptó un aire maligno.
-¡Déjale, no quiero que te acerques a él!- Gritó Dorian encolerizado
-O sino, ¿qué?- sus palabras contenían pura malicia- Sabes perfectamente quien soy yo y de lo que soy capaz, así que no me amenaces Dorian….



lunes, 22 de febrero de 2010

[8] Sustitutos



¡Clic! Emilie se encontraba tomando apuntes como una demente cuando ocurrió.

Flash. Un fogonazo. Una luz cegadora. Una necesidad.
Como movida por un resorte, se irguió en su silla, con la espalda completamente recta. Del sobresalto, varias de sus hojas volaron de la mesa al suelo.

- ¿Se encuentra usted bien, señorita Hill? – le preguntó su profesor de Historia del cine moderno, fingiendo un interés que estaba muy lejos de sentir.

Sin pronunciar ni un solo murmullo, y dejando a su atónito profesor con la palabra en la boca, Emilie se levantó de su asiento y se marchó del aula. No se molestó en coger nada. Podía vivir sin ello.

No siempre le había pasado aquello. Tampoco estaba segura de cuando empezó. Lo único que sabía con certeza era que en ocasiones sentía aquella irrefrenable necesidad, y que nada en el mundo podría evitarle satisfacerla.

Salió al pasillo central de la universidad, que ahora estaba desierto. Se paró en seco, escuchando el silencio, acechando cual león a su presa. Pronto su paciencia se vio recompensada: oyó un sonido de pasos apresurados en la facultad de Derecho. Se dirigió hacia allí con rapidez aunque con apariencia tranquila, como en todo lo que hacía. Sin embargo, le delataba la mirada, que denotaba nerviosismo, prisa… deseo.

Cuando llegó al pasillo 2B de la facultad, se encontró por fin con su víctima: era un chico pelirrojo, de estatura media y ojos verdes. Era obvio que llegaba tarde a alguna clase, pues corría apenas sin poder respirar, e iba perdiendo papeles a lo largo de todo el pasillo. Llegó a la que parecía su taquilla, y hecho un manojo de nervios, consiguió sacar las llaves del bolsillo y abrirla.

Apenas lo había hecho, cuando la taquilla se cerró de nuevo con un horrible estruendo. De pronto se encontró cara a cara con unos espeluznantes ojos grises, cuya mirada no pudo interpretar. Instintivamente, tuvo ganas de echar a correr.

- ¿A dónde vas? – aunque era atemorizante, su voz no provocaba tanto miedo como su mirada. Por eso apartó la vista.
- Yo… yo… iba… a… yo… - tartamudeó él. Ella seguía mirando -. Voy… voy a… esto… a clase. Sí, eso, ¡a clase!

Emilie le miró. No era el chico más guapo del mundo. Era mono, pero no más. Tenía un rostro bastante olvidable. No era para nada especial. No era Dorian. Aun así, le servía.

- ¡Voy a clase! – seguía repitiendo, nervioso.
- Pues ya no.

A partir de aquel momento, el silencio reinó en la facultad de Derecho de la Universidad de Maryland.




***


Emilie se observó en el espejo antes de peinarse a duras penas su alborotado pelo. Se miró y sólo vio desastre. Todavía le costaba respirar y recuperar el aliento, sudaba, y se encontraba agotada. Habían sido horas, y el baño de los profesores de Económicas y Marketing no era precisamente el lugar más cómodo. Pero ya estaba tranquila, por lo menos hasta dentro de unos meses. Cuando sintiese que de nuevo necesitaba sustituirle.

Cuando estaba lavándose el sudor de la cara, le oyó tras de sí. De pronto, sintió una rabia incontrolable.

- ¿Volverás? – preguntó él.

Emilie no contestó, así que él volvió a repetir su pregunta. Ja, como si estuviese sorda.

- Lárgate – le dijo ella en voz baja, y sin tan siquiera apartar la mirada del espejo.
- ¿Volveré a verte? – le preguntó esta vez, tocándole el brazo.
- ¡Que te largues, joder! – gritó Emilie, desasiéndose de su mano. Odiaba que la tocasen.
- Me llamo Victor… por si cambias de opinión – dijo en un susurro antes de marcharse.

Emilie tuvo que refrenar las ganas de reírse en su cara. Mataría por recordar cuántas voces le habían dicho esa misma frase con aquel tono desesperado.


***

Emilie llegó al Dockside Restaurant, su cafetería habitual, después de una hora en coche. Aparcó su viejo Nissan Almera como pudo en el atestado aparcamiento y echó a andar hacia la puerta. Rodeando su coche, se dio cuenta de que estaba hecho un cisco, su estado era lamentable. Aunque realmente ese no era su coche, sino un deslumbrante Aston Martin Vantage, de cuya existencia pocos conocían porque en escasas ocasiones había visto la luz. No le gustaba ir por la calle y que todo el mundo empezase a babear con su coche. Le empañaban el cristal de envidia.

Otra vez e irremediablemente, había vuelto a quedar con Dorian y Danny. Le esperaba una tarde vomitiva, por lo que se alegraba de haberse descargado durante la mañana. Quizás por eso, por esperar lo peor, se sorprendió al ver que Dorian la esperaba solo, soplándole al café.

- ¡Ey! – saludó de manera excesivamente alegre para su forma de ser. Debía controlarse o perdería su fama de mujer apática -. ¿Dónde está tu pegatina?
- Danny no podía venir hoy – respondió Dorian, ajeno al mundo real, con esa sonrisa estúpida en la cara -. Tenía que acompañar a su madre a hacer unas compras.
- Vaya… - dijo Emilie -. ¡Qué pena!

Su tono de voz era lamentablemente falso; pero, como siempre, Dorian seguía en su nube, sobrevolando la imperfección humana por varios kilómetros de altura.

- Oye… ¿y tus cosas? – le preguntó Dorian, dándose cuenta de que ella venía con las manos vacías.
- Eh… sí… - Emilie recordó de pronto todas sus pertenencias abandonadas en la universidad -… esto… las he dejado en el coche. No creo que nadie tenga interés en robar unos apuntes.
- Pues parece que ese chico sí – contestó Dorian, divertido. Señaló un punto de la calle que veían desde la ventana para que Emilie distinguiese a lo que se refería.

Pronto pudo distinguir a un chico que corría de forma bastante torpe con un montón de cosas entre los brazos. Sus cosas. ¿Qué hacía aquel imbécil con sus cosas? ¿Y por qué estaban allí en vez de en la universidad?
Cuando se acercó más, pudo verle bien. Le sonaba: ojos verdes, no muy alto, pelirrojo. ¡Joder! ¡Era el plasta del baño! ¿Cómo la había conseguido encontrar? Por si fuera poco, el chico les había visto y se dirigía ahora hacia ellos con una sonrisa tímida. ¿Cómo se llamaba? No estaba segura… ¿Quizás Victor? ¡Sí, eso era! ¡Victor!

Cuando llegó a su altura, Victor se quedó mirándola sin decir nada. Emilie comenzaba a sentirse exasperada, mientras que Dorian (milagrosamente perspicaz) se había dado cuenta de la tensión existente, y luchaba por no reírse de una manera estrepitosa y poco educada.

- A este paso, me jubilaré antes de que digas algo – dijo Emilie sin mirarle.
- Te he traído tus cosas – dijo, como si ella le hubiese dedicado la frase más educada del mundo. Emilie odiaba que se dijesen obviedades -. Una compañera me las dio cuando pregunté por ti en la sección de Audiovisuales.
- Mmm, gracias… supongo – contestó ella, recuperando sus pertenencias mientras intentaba no tocarle. ¿Por qué tenía que preguntar por ella a nadie? ¿Y por qué le habían dado sus cosas? Se sentía indignada.
- ¿No me presentas a tu amigo, Em? – preguntó Dorian, que parecía estar pasándoselo de lo lindo. Emilie le dirigió una mirada que habría sido capaz de desintegrarle en un segundo.
- Dorian, este es Victor; Victor, este es Dorian – sobraban más presentaciones.
- Encantado, Victor – dijo Dorian estrechándole la mano -. ¿Por qué no te sientas?

Victor, ni corto ni perezoso, se sentó junto a Emilie que, exasperada, se movió hacia la ventana, dándose un fuerte golpe en la espalda. Intentó no quejarse del dolor, pero ambos chicos se dieron cuenta.

- ¿Tienes algo en la espalda? – dijo Dorian.
- No – mintió ella -. Simplemente me duele un poco.
- Aha… - asintió Dorian casi para sí mismo.

Quizás era porque Danny no estaba presente, pero el caso era que a este paso, parecía que Dorian acabaría por enterarse de todo.

viernes, 19 de febrero de 2010

[7] Acontecimientos







Dorian abrió los ojos cuando apenas aun había luz en la habitación. No había podido dormir en toda la noche, hoy era un día muy importante para él, traería a su novio a casa.

Dorian se levantó de la cama, se puso las zapatillas y tomó algo de ropa limpia, después, se dirigió al baño donde tomó una gratificante ducha. Cuando salió contempló su cuerpo desnudo; “¿seré de su agrado?” pensó. Pese a saber que Danny estaba completamente enamorado de él, Dorian quería resultarle perfecto, sabía que el cuerpo de Danny era mejor que el suyo y no podía evitar la duda. Dorian salió de su ensimismamiento y se vistió, arreglándose lo mejor que pudo.
Salió del baño y antes de irse pasó por la cocina donde tomó un pedazo de brownie que su padre había preparado.

Tras salir de su casa, bajar con el ascensor, Dorian se percató de que aun tenía tiempo, por lo que decidió ir a dar un paseo por la playa. La playa estaba solitaria, no había nadie, sólo se escuchaba el sonido de las olas al romper contra la arena, el graznido de las gaviotas… Dorian se acerco al mar, y se sentó en una zona de rocas desde donde podía contemplar toda la playa. El viento agitaba su pelo y el olor a sal le llenaba los pulmones. La vista de Dorian se encontraba perdida en algún punto en el horizonte, pero su mente estaba en él, Danny. De repente, algo le sacó de su ensimismamiento, una joven emergía del agua a unos cien metros de donde el se encontraba. La pálida piel de la chica brillaba de forma especial bajo el sol de la mañana, en seguida Dorian se percató de que no era otra que Emilie. El chico decidió no molestarla y salió de la playa para acudir a su cita.

Después de un paseo y una larga espera, Danny apareció con su deslumbrante sonrisa.
- Hola mi pequeño- Saludó Danny justo antes de besar a Dorian
- Llegaste un poco tarde- Dijo Dorian con cierta indignación
- Sí, es cierto, y lo siento, pero es que hoy quiero que sea un día especial para nosotros- y Danny sonrió pícaramente
- ¿En qué estás pensando?- Interrogó Dorian con mucha curiosidad
- Ya lo verás- Y Danny rió y volvió a besar a Dorian

Ambos chicos se encaminaron en dirección al edificio donde Dorian residía. Al llegar, comprobaron que tanto su padre como su madrastra se habían ido dado que iban a tomar un vuelo para ir a Los Ángeles algunos días.
- Estás en tu casa- dijo Dorian mirando con ternura a Danny
Danny abrazó a Dorian por la cintura inclinó un poco la cabeza y comenzó a besar su cuello. Dorian se sentía como en el paraíso, por fin tenían un momento de intimidad total.

Dorian tomó de la mano a Danny y le llevó hasta a su habitación. Danny no pudo contenerse y se abalanzó sobre Dorian llevándole hasta la cama de este, donde comenzó a besarle apasionadamente mientras con sus manos muy despacio palpaba cada centímetro de la piel de su amado. Dorian colocó sus manos sobre la espalda de Danny, le hubiera encantado estar así toda la vida, sintiendo a la persona que más quería tan cerca de él, olvidando el mundo que les rodeaba, abandonando por completo aquella habitación de paredes azules y perdiendo la noción del tiempo. La vida de Dorian era sin duda mucho mejor desde que Danny había llegado a su vida y ahora, por fin, le sentía tan cercano. Hábilmente Danny consiguió levantar ligeramente a Dorian lo suficiente como para poder arrebatarle su camiseta. Dorian volvió a recostarse y Danny abandonó los labios de su novio para comenzar a deslizarlos lentamente por su cuello hasta su pecho, después de un rato, Danny prosiguió su camino de besos más abajo del ombligo de Dorian […]

La joven pareja exhalaba continuos jadeos, estaban enormemente a gusto llevando su amor hasta ese punto, sintiendo sus pieles rozarse, las manos recorriendo sus cuerpos y los tiernos besos que les llevaban a desear que el tiempo se detuviera exclusivamente para ellos, que ese momento fuera eterno.
Dorian podía sentir ahora el aliento de su pareja en la nuca, le sentía disfrutar y esto le hacía más feliz aún. Se encontraban en el momento álgido, se estaban entregando el uno al otro completamente cuando Dorian sintió que Danny estaba a punto de alcanzar su éxtasis, en ese preciso instante, una imagen entró furtivamente en la mente de Dorian, el recuerdo de aquella chica saliendo del agua, con su piel mojada y brillando bajo la luz del sol matutino inundó la mente de Dorian pero el intenso gemido de placer de Danny le hizo salir de su ensimismamiento y le condujo a una grata sensación.

Tras haber dado rienda suelta a su pasión, los chicos se acomodaron en la cama abrazados y Dorian colocó su cabeza sobre los definidos pectorales de Danny. Dorian podía ahora escuchar el intenso latido del corazón de su novio, se encontraba en paz, calmado y feliz, nunca había experimentado esa sensación. Pero la felicidad de Dorian se vio empañada por el recuerdo de la imagen de Emilie, el chico no sabía muy bien el motivo de ese asedio a su mente, pero decidió no darle mayor importancia cuando Danny levantó su rostro tomándole por la barbilla y besándole intensamente.