sábado, 20 de marzo de 2010

[14] Renacer



Los espaguetis y el café eran ya historia cuando Victor decidió que eran horas indecentes para seguir despiertos. Se encontraban él y Emilie sentados en el porche, sin decir nada, apoyados el uno en el otro. El cielo estaba completamente despejado, y miles de estrellas se asomaban a contar su historia una noche más. No habían dicho nada durante horas, pero tampoco veían necesidad. Se habían mirado, en vez de verse.

- Es tarde – susurró Victor, incorporándose.

- Mmm… - su brusco movimiento despertó a Emilie de su ensimismamiento -. Sí, quizá tengas razón - se miraron; ambos entendieron.

- No hace falta que duermas conmigo si no quieres, Emilie – dijo él sin mirarla -. Por algo hay dos habitaciones.

Victor esperó unos segundos, y al ver que no había respuesta, se levantó. “Buenas noches”, susurró de manera casi inaudible, y se marchó a su habitación. Esta vez no hubo beso. Emilie podía oírle bostezar al otro lado de la puerta, podía percibir cómo se quitaba los pantalones desgastados y el ruido que hacía el cinturón de metal chocando contra el suelo de madera. Después, silencio. Un asombroso y abrumador silencio la invadió. Observó a su alrededor y se encontró sola de nuevo, con tiempo y espacio suficiente para ella. ¿No era eso todo lo que quería, lo que siempre había necesitado? ¿Y por qué ahora se sentía tan incómoda? Maldiciendo el extraño poder de Victor, que había echado por tierra el muro que durante tantos años había estado construyendo, Emilie se levantó y entró en la casa con la taza vacía en la mano.

A la altura de la cocina, los sentimientos la desbordaron. Sintió ganas de llorar, de una manera incontrolable e infantil; quiso llorar como nunca lo había hecho, como nunca se había permitido. Quiso saber qué pasaba, pero tenía miedo de preguntar. Un escalofrío le recorría el cuerpo, haciéndola temblar violentamente, tiritando, pero no de frío. La presión ganó la partida y la taza que sostenía cayó al suelo produciendo un estrepitoso ruido. La puerta de Victor no tardó en abrirse.

- ¡¿Emilie?! ¿Qué pasa? – Victor salió corriendo, en calzoncillos y con una camiseta de Guns N’ Roses que utilizaba para dormir.

Cuando la vio, ahí parada, descalza y con la taza hecha añicos a sus pies, se tranquilizó. Avanzó hasta donde ella estaba y le acarició el largo pelo negro que caía desordenado por su cara. Después la abrazó. Emilie no se movió, tenía el aspecto de una muñeca rota, de una marioneta dependiente, de una ola movida a la merced de la marea. Cuando se miraron, decidió que ya no pensaría más: se acabó. Envuelta de una energía que no tenía, arrastró a Victor hasta la habitación y cerró de un portazo.

Horas más tarde, cuando se entregó al sueño, la sonrisa de Dorian acudió de nuevo a sus sueños, como llevaba haciendo más de un año.

* * *

Emilie despertó con el sonido de una batidora. Bostezó, estirándose poco a poco bajo la suave y fina sábana que cubría su cuerpo desnudo. Muy despacio, abrió los ojos y dejó que la claridad la cegase por unos instantes. Cuando recuperó la visión, observó que la cama estaba vacía, y que no había rastro de Victor en la habitación; visto lo cual, se incorporó con energía y buscó algo que ponerse. En la maleta de Victor había una camiseta de ACDC, que le servía de vestido. La camiseta la miraba con desafío: “¿A que no me vistes?”

Dos minutos más tarde, Emilie se encontró con Victor en la cocina, pues él se hallaba preparando el desayuno.

- Wow – dijo él por saludo -, te queda muy bien esa camiseta.

- Gracias – dijo ella, sin poder evitar reírse. Se sentó en uno de los taburetes y esperó pacientemente a que Victor acabase sus labores de mayordomo. Cuando ambos se encontraron sentados, procedió -. Tenemos que hablar.

- Mmm – a Victor se le borró la sonrisa de la cara -. Odio esa frase.

- Creo que ha llegado el momento de que dejemos las cosas claras.

- Em – dijo él con calma -. No hace falta que digas nada, ya sé lo que es. Sé que quieres a Dorian, y que siempre lo has hecho. Sé lo que te duele que él no pueda corresponderte aunque quisiera, y no te lo voy a negar, me alegro, porque sé que en el fondo tengo una mínima oportunidad contigo que no voy a desaprovechar. No sé si es egoísta, pero me da igual, de pequeño me enseñaron que debo pelear por lo quiero, y tú eres lo que quiero, cueste lo que cueste. No te estoy pidiendo que te olvides de Dorian, puedo seguir viviendo como hasta ahora, y perfectamente además. Piénsalo, Em. Yo nunca te pedí que te olvidases de él. No lo hice, y tampoco pienso hacerlo. No hay necesidad de que te compliques ni de que busques un sentido a esta situación. Tampoco tienes porqué elegir: haz lo que el corazón te dicte, y sea lo que sea, lo aceptaré. Ser feliz no es tan difícil, sólo tienes que quererlo.

Emilie se quedó paralizada ante aquel inesperado discurso. Victor había tomado su mano entre las suyas y esperaba con la mirada que reaccionase de alguna manera. Respiró hondo y procesó todas y cada una de las palabras que había oído. Fue en aquel preciso momento en el que se dio cuenta de que sí, Victor tenía razón. ¡No había necesidad de elegir! Quizás si dejaba de torturarse, de esconderse, de disfrazarse… quizás… podría ser feliz. Sonrió.

Al ver su sonrisa, Victor sonrió a su vez. Lo que sintieron en aquel instante difícilmente podría ser descrito, pues la complejidad y a la vez sencillez de sus sentimientos colapsó todo lo existente hasta aquel mismo instante: ahora todo estaba claro, como nunca pareció que lo estaría. La felicidad pareció existir.

* * *

A petición de Emilie, abandonaron la casa nada más desayunar y emprendieron la vuelta a Crisfield. Aparcaron en el centro y se dirigieron a dar una vuelta por las calles del pueblo, que esta vez parecían diferentes, como si emitiesen un extraño brillo… como si estuviesen en un lugar diferente que no reconocían. El sol brillaba fuerte en el cielo y no había ni rastro de nubes: era el día perfecto.

Emilie rebosaba alegría, estaba completamente irreconocible. Sentía como si de pronto todo tuviese sentido, como si hubiese encontrado por fin su sitio. Así lo sentía y actuaba en consecuencia. Quería que todo el mundo supiese que la felicidad existía, que no era un cuento para niñas. Dio la mano a Victor, y paseó junto a él durante horas, queriendo demostrar que aunque hubiesen millones de personas en el mundo, ella sólo necesitaba a unas pocas.

No pudo creer en su suerte cuando vio a Dorian en una de las calles cercanas a la playa. Su mirada se iluminó más todavía, si cabe, y quiso correr hacia él, abrazarlo y besarlo para hacerle partícipe de su renovada felicidad.

Lo que no pudo entender era porqué Dorian tenía aquella cara, como si estuviese a punto de cometer un homicidio.



martes, 16 de marzo de 2010

[13] Muerte inesperada






Las gaviotas graznaban estrepitosamente en el cielo, las olas bañaban de espuma blanca la arena dorada de la playa y la brisa marina alborotaba el azabache pelo de un joven que se encontraba tirado sobre la orilla. El chico se despertó por la fuerte luz que emanaba el horizonte. Dorian se encontraba aturdido, al abrir sus ojos no sabía donde se encontraba ni como había llegado hasta allí. Poco a poco fue recordando lo sucedido la noche anterior, de que manera había recorrido toda la ciudad en busca del paradero de Emilie y de que manera había fracasado en su intento. Dorian pensó que quizá a estas horas su amiga se hallaría ya muerta y en ese momento una angustia le asaltó. El chico intentó incorporarse y sintió un ligero dolor en la pierna, Dorian metió la mano en el bolsillo de su pantalón y extrajo los pedacitos de la esfera de cristal de cuarzo junto con el resto del conjunto que formaban un reloj Swatch que había comprado para regalárselo a Emilie por su cumpleaños, el reloj señalaba una fecha pasada concreta, se trataba del día en que Emilie y él se habían conocido, Dorian quería regalarle a Emilie todo el tiempo que habían pasado juntos, pero ahora, ese tiempo estaba destruido, quizá ahora ya no podría volver a ver a Emilie nunca más, posiblemente, la vida de su amiga se encontraba destruida como el reloj que Dorian sostenía en sus manos. El joven se levantó y se dirigió hacia el mar, un par de lágrimas brotaron desde sus ojos y recorrieron su rostro, tomo una gran bocanada de aire y arrojó con fuerza, a la vez que gritaba, los restos del reloj que desaparecieron en el horizonte sin dejar rastro.

Dorian caminaba sin rumbo por las calles de Crisfield, aun era pronto pero el pueblo comenzaba a despertar de su sueño por lo que Dorian decidió ir a su casa para evitar toparse con conocidos. Cuando llegó hasta la puerta de su casa y fue a deslizar la llave en la cerradura, esta se abrió de golpe y Katherine apareció detrás.

-¡¿Pero dónde te habías metido?!- exclamo alarmada.
-Yo…esto…he estado por ahí- dijo Dorian con desgana
-Nos tenías muy preocupados a tu padre y a mí, no sabes el lío que se ha formado en el pueblo.- Katherine parecía algo nerviosa.
-¿Qué pasó?- preguntó Dorian alarmado
-Una chica ha sido hallada muerta, según la policía presentaba signos de violencia, pero aún no la han podido identificar…
-¡¡¿QUÉ?!!- Dorian no daba crédito a lo que oía, parecía todo un mal sueño. El chico dejo caer las llaves y se dio la vuelta súbitamente bajo por los peldaños de dos en dos y varias veces estuvo a punto de tropezar y precipitarse por las escaleras, pero esta vez, no había tiempo para ello. El joven salió del edificio donde vivía y corrió a toda prisa por las calles de Crisfield en dirección a la comisaría de policía.
El aire desaparecía de los pulmones de Dorian, su piernas comenzaban a flaquear, pero su mente les impedía detenerse “no, debo continuar, ella no puede ser, no es ella” se decía una y otra vez cada instante que su cuerpo exigía detenerse.
Al final y tras varios kilómetros recorridos, Dorian llegó hasta la comisaría de policía donde se detuvo en seco con el corazón en un puño. Quizá, al otro lado de esa puerta se hallaría el cadáver de su amiga, posiblemente, después de todo lo que pasaron juntos, ella, se encontrase tendida encima de una camilla, inerte, pétrea y sin mirada. Las lágrimas volvieron a brotar en el rostro del chico, las imágenes de todo lo que habían vivido juntos surcaban su mente… la primera risa juntos, la primera taza de café, aquellas confesiones y las distintas expresiones de Emilie. Dorian podía ver en su mente perfectamente cada uno de los músculos faciales de la chica adoptar distintas contracciones para mostrar diferentes expresiones. ¿Y si había perdido todo eso para siempre?¿y si ya no volvía a compartir su vida con ella? No, eso no podía pasar, Emilie estaba viva, tenía que estarlo, no podía dejarle solo justo ahora que tanto la necesitaba, justo ahora que comenzaba a ser feliz y quería compartir esa felicidad con ella.

-¿No te das cuenta?¿desde cuando comenzaste a ser feliz?- dijo aquella familiar voz
-Uhm, recuerdo el día, fue desde que Emilie llegó a mi vida…-Dorian enmudeció, había caído en la cuenta del peso de sus palabras-… pero soy más feliz desde que Danny esta conmigo, él me aporta mucha más felicidad- se excuso.
-Allá tú, yo sólo soy una voz en tu cabeza, pero deberías darte cuenta ya de que tú…
-¿Perdone joven, que hace aquí?- Dorian salió de su ensimismamiento y contempló el origen de aquella cuestión, resultó ser un policía.
-Esto…yo…me acabo de enterar de lo de la chica…y yo no localizo a una amiga…- dijo Dorian entrecortadamente.
-Entiendo. Entonces deberías pasar, dentro te proporcionarán más información- y abriéndole la puerta, invitó a Dorian a pasar.
Dorian atravesó la puerta y entró en las dependencias. La sala, pese a ser de día, estaba iluminada por luces fluorescentes situadas en distintos puntos del techo. El mobiliario contaba con varias mesas de roble y en la esquina, un enorme poto que trepaba por las paredes a su alcance. El chico se dirigió hacia una joven policía que alborotaba diversos montones de papeles colocados sobre su mesa.

-Hola… quería saber acerca de la chica que han encontrado…- Dorian no era capaz de decir la palabra- bueno, ya sabe…
-¿Muerta?- la agente lo dijo sin levantar la vista de los montones de papeles- ¿Ves todos estos montones de papeles?- dijo señalando los montículos- Todos estos montones los ha creado algún psicópata que asesinó a aquella pobre desgraciada que seguramente su mayor delito fue estar en el lugar inadecuado en el momento menos propicio, y yo aquí, intentando poner en orden todo este desbarajuste burocrático que me durará varios días.¿Pero sabes lo peor? Que pese a vivir en un pueblo, nadie ha visto nada y nadie puede ayudar a esclarecer los sucedido, y ahora llegas tú, un simple muchacho que se interesa por la muerte de esta chica. En fin, yo no tengo más ganas de lidiar con nadie y tengo mucho trabajo, dile a ese de ahí- alzó la mano y señaló con el dedo índice a un tipo gordo sentado en a una mesa tecleando en un ordenador- que te tome declaración si es que piensas decir algo de ayuda de lo contrario, vete por donde has venido.

Dorian se dirigió hacia el tipo gordo, sin despedirse antes de la mujer.¿No hubiera sido mejor que se ahorrase el sermón? Pensó dorian.
-Esto… vengo por lo de…-
-Sí, ya he oído lo que te dijo Mary, siéntate- La enorme papada del policía temblada a cada palabra de este-¿Nombre?
-Dorian
-Y bien Dorian, ¿qué puedes decir?- El hombre dejó de teclear
-Yo… no consigo localizar a mi mejor amiga y… pensé que…-Dorian no podía contarle al agente la verdad, no podía destapar ahora todo eso.
-…que podría ser ella, ¿no?- la voz del policía contenía un deje burlesco.
-Sí- dijo Dorian sin vacilar
-Bien chico, yo no puedo poner en duda tus inquietudes por ello…dime, ¿es esta tu amiga?- El policía mostró a Dorian la fotografía del cuerpo hallado, se trataba de una chica rubia, con un cuerpo esbelto. La chica se encontraba degollada y presentaba diversos golpes y cortes por todo el cuerpo.- ¿Es ella?- insistió el policía.
-No.- Dorian no sabía de que manera sentirse.
El chico caminaba por las calles sin rumbo predeterminado, miraba al cielo en busca de… ¿de qué?, ¿de una respuesta divina. No, esas respuesta no existían, la gente no cae del cielo…Cuando Dorian bajó la mirada, se encontró con una escena que en un primer momento le reconforto, le alivió y le alegró, pero al rato, esos buenos sentimientos se transformaron en ira y frustración. Emilie se encontraba al otro lado de la calle, de la mano de Victor.

miércoles, 10 de marzo de 2010

[12] Secuestro


El viejo Nissan Almera de Emilie ronroneaba de emoción cuando salieron a la carretera general. Crisfield quedaba ya varios kilómetros atrás, y el puerto terminaba de perderse en el horizonte, mientras que el coche se alejaba cada vez más del pequeño pueblo costero.

Esta vez, Victor conducía, concentrado en el anaranjado cielo que se abría ante ellos. Parecía estar ausente, tamborileando en el volante al ritmo de la canción de Jason Mraz que sonaba en aquel momento, a la vez que susurraba la letra de manera casi inaudible. Escondía su mirada tras unas Ray-Ban de aviador, y sonreía casi sin quererlo.

Emilie se sentaba en el asiento del copiloto, enfurruñada y mirando por la ventanilla.

- ¿Vas a decirme de una vez a dónde vamos? – le preguntó por enésima vez.

- No – respondió él, como todas las veces anteriores.

- ¿Sabes que puedo denunciarte por secuestro? – contraatacó Emilie, alzando una ceja.

Victor no hizo ni dijo nada, simplemente se rió suavemente. Condujo en silencio durante dos horas, y lo único que se escuchó en el viejo coche fueron las relajantes melodías de “We sing, we dance, we steal things”. Cuando la oscuridad de la noche amenazaba con sumir la carretera en la más profunda negrura, Victor anunció que habían llegado.

Emilie bajó del coche, dejó que él cerrase la puerta tras ella, y observó con curiosidad a su alrededor. Lo que vio la dejó sin respiración: frente a ella se extendía un inacabable campo, repleto de flores, árboles y plantas de todo tipo. Era un paisaje de una belleza tan infinita que parecía imposible. De fondo podían oírse las olas del mar. Emilie se sintió extrañamente relajada, tranquila… como si no existiese ningún problema, Como si su vida no fuese una mierda. Sonrió sin quererlo.

Un par de minutos más tarde, notó las suaves manos de Victor por su cintura, abrazándola. No se quejó, en aquel momento no vio porqué. Victor dirigió la mirada de ella hacia la izquierda, donde descubrió una pequeña casa, puramente blanca, que constaba de un único piso y un porche de madera que parecía sacado de una película de los años ochenta.

- ¿Qué es esto? – preguntó Emilie en apenas un hilo de voz.

- Feliz cumpleaños – respondió él.

Acto seguido, depositó un apenas perceptible beso en su mejilla.

***

Cuando Emilie entró en la pequeña casa, no puedo evitar sonreír de nuevo. Era un lugar maravilloso, lleno de calor, que transmitía una fuerte sensación de cariño… de manera extrañamente abrumadora, se sintió como en casa. Fue como si el peso de no encontrarse en su lugar hubiera desaparecido en el mismo instante en el que cruzó el umbral de la puerta. De pronto se dio cuenta de que aquello era todo lo que había intentado llevar a su casa y no había sido capaz.

A su espalda, Victor dejaba las maletas a un lado de la puerta, y encendía la chimenea. Después, se situó a su lado, y le preguntó:

- ¿Te gusta? – en su voz se percibía cierto miedo a su posible reacción.

- Sí – no respondió más, pues no hacía falta.

- He cogido esta casa porque tenía una habitación para cada uno – ante la interrogante mirada de Emilie, continuó -. Sé que te gusta tener intimidad.

Emilie estaba absoluta y completamente sorprendida. No sabía exactamente cómo debía sentirse, pero de alguna manera, algo parecido al agradecimiento asomaba en ella. Era raro. Quería rechazarlo, pero a la vez, sentía curiosidad por aquel nuevo sentimiento que comenzaba a aflorar. Sabía que estaba mal, perder de aquella manera tan tonta su personalidad, su esencia… ¿o quizás estaba bien? ¿Sería capaz de sentir algo por una persona que no fuera Dorian? Y peor aún, ¿sería capaz de alejar el frío de su corazón?

“Supongo que me da miedo ser feliz”, pensó.

Miró a Victor, que se movía de un lado para otro, sin parar ni un momento, pues al parecer intentaba hacer algo para cenar. ¿De verdad tenían un futuro? ¿Era algo más que físico para ella, o lo sería con el tiempo? ¿O no lo sería nunca? Victor se encontró con su mirada y sonrió dulcemente. Sus ojos se encontraron produciendo una llamarada, una fuerte sacudida que ambos sintieron profundamente en sus cuerpos. Emilie miraba por primera vez lo que tenía frente a ella. Sentía como esos ojos verdes la llamaban a acercarse, cual dos polos opuestos que se encuentran en una misma estancia… atracción total.

La confusa y atrayente unión de sus deseos se vio interrumpida por Linkin Park, que cantaba “What I’ve Done” a través del móvil de Emilie. La magia se rompió al instante, y ambos regresaron a la realidad. Victor, el más cercano al aparato, lo cogió.

“Dorian llamando”

Colgó. No se sintió culpable. Es más, apagó el móvil.

- Este fin de semana nada de teléfonos – dijo, acercándose a Emilie. Sin detenerse a pensar en lo sorprendente de su acción, Emilie se levantó y le besó.

Media hora más tarde, ambos se encontraban sentados en la terraza comiendo espaguetis, como si llevasen juntos toda una vida.


lunes, 8 de marzo de 2010

[11] Desaparición





-Sólo me preocupo por ti, pequeño “Dory”, aunque ya veo que ese chico… ¿Cómo se llama?... ¡Ah, sí! Danny, ¿verdad?, sí, ya he visto que Danny se encarga de cuidarte, es todo un detalle por su parte, aunque es una pena…- Y la sonrisa del hombre adoptó un aire maligno.
-¡Déjale, no quiero que te acerques a él!- Gritó Dorian encolerizado
-O sino, ¿qué?- sus palabras contenían pura malicia- Sabes perfectamente quien soy yo y de lo que soy capaz, así que no me amenaces Dorian….
-Y tú sabes lo que yo puedo hacer…- Dorian sentía un ardor por dentro, su rabia se revolvía en su interior como una serpiente.
El hombre dio un par de pasos hacia delante y se quedo a unos pocos centímetros del chico, extendió la mano y acarició la cara del muchacho. Dorian hizo un movimiento brusco y apartó la mano del hombre.
-Sabes perfectamente que lo hice todo por tí… únicamente lo mejor para ti- la malévola expresión en el rostro del siniestro hombre se torno en una seudo ternura- Tu amiguita es muy guapa, creo que no te gustaría que sufriera ningún percance... ¿me equivoco?- Y añadió esto último retomando su siniestra sonrisa.
-Emi… Emilie…-Dorian comprendía perfectamente lo que aquel individuo le estaba diciendo- ¡¿Dónde está?!- gritó Dorian- Te juro que si le has hecho algo lo pagarás caro, responde, ¡¿dónde está?!
Pero Dorian no espero a obtener respuesta, se dio la vuelta y corrió calle abajo, en dirección a Dockside Restaurant, tenía la esperanza de que Emilie y Victor continuaran allí. Corrió con todas sus fuerzas, notó que le faltaba el aire y comenzó a sufrir fuertes pinchazos bajo las costillas, las gotas de lluvia le golpeaban en la cara y de vez en cuando tenía que pasarse la manga por los ojos para secarse el agua. Dorian sabía perfectamente que no podía parar, debía encontrar a Emilie y cerciorarse de que estaba a salvo. La fatiga estaba a punto de acabar con el joven cuando consiguió doblar la esquina de la calle y pudo acercarse a Dockside Restaurant. Dorian abrió la puerta y entró abruptamente, echó una rápida mirada al local y fue como si le cayera un jarro de agua fría. Emilie no se encontraba allí.
Dorian abandonó el establecimiento y continuó corriendo por las calles de Crisfield. Sacó el móvil y la llamó varias veces, pero ella no contestaba. El chico comenzaba a desesperarse, no sabía donde encontrarla y la lluvia cada vez era más fuerte.
Los minutos pasaban sin control alguno, Dorian ya no sabía cuanto tiempo había transcurrido desde el inicio de su búsqueda ni cuantas decenas de llamadas había realizado para localizar a Emilie. De repente, una voz desvaneció todos sus pensamientos y se impuso en su cabeza

-¿Por qué no finalizas ya la búsqueda? Es tarde y deberías descansar, ella ya aparecerá viva o muerta…
-¡NO! He de encontrarla y ha de ser viva- pensó Dorian
-¿Pero por qué te importa tanto ella? Es una simple muchacha, podrías encontrar otra amiga como ella en cualquier lugar…
-Ella no es una chica cualquiera, nunca encontraré a alguien como ella ni aunque buscase durante un millón de años- la voz comenzaba a crispar a Dorian
-¿Y que la hace tan especial?
- No lo sé… simplemente es ella…- la crispación de Dorian desapareció y en su lugar apareció un sentimiento que el chico no sabía clasificar.
- Algo ha de hacerla tan especial…igual que para ti Danny es especial porque es a la persona que amas, ella ha de serlo por otro motivo… ¿no será que sientes algo más que amistad por ella?
-¡NO! De ninguna manera, ella es sólo mi mejor amiga, nunca podría sentir nada más por ella. Emilie ha estado junto a mí en todo momento, para lo bueno y para lo malo y además, yo soy gay, ¿ENTIENDES? ¡GAY!- Dorian no entendía cómo podían realizarse ese tipo de cuestiones sobre sus sentimientos.
-Esta bien, puede que tengas razón, pero… ¿y ella? ¿No te das cuenta de la forma en que se comporta con Danny? Y ese nuevo chico, “Ginger”, ¿no es muy extraño? Uhm, creo que ella siente algo por ti…
-¡No digas tonterías! Eso no es cierto… bueno, es verdad que nunca me ha hablado de que le guste alguien, pero eso no quiere decir nada… ella es muy extraña y no se enamora de cualquiera, ha de ser alguien especial, alguien que la comprenda… y… la apoye en todo momento…
-¿Alguien como tú?

Y tras esa cuestión, la voz desapareció de la misma forma que había llegado. Dorian recobró el sentido y se dio cuenta que había estado caminando durante mucho tiempo ya que se encontraba en el inicio de la playa. Se acercó un poco más al mar, pero manteniendo una distancia prudente ya que aquella noche la mar se encontraba alterada, y se sentó en la arena. La conversación con su subconsciente hacía que un millón de dudas le asaltaran, pero todas esas dudas desaparecieron con el bramar de la última ola